Iconos: Anita Pallenberg y su más que posible amor por Paloma
Anita Pallenberg se merece un biopic, uno de Netflix que lo mismo hace uno de Rosa Peral que de Michael Jackson. Icono de la moda, actriz, ave nocturna (fiestera para los amigos) y amante de dos Rolling Stones (dos). Quien rebusque en el baúl de los recuerdos de Anita no va a encontrar ajuares y porcelana china sino un estilo sesentero envidiable y una historia de vida trepidante.
Lo del biopic no se me ha ocurrido a mí. Hace ya un tiempo, su hijo Marlon, uno de los tres que tuvo con Keith Richards, encontró las memorias ya no tan secretas de su madre y el año pasado las presentó en Cannes en forma de documental: Catching Fire. Magnolia Productions corrió a coger los derechos para Estados Unidos y rodar la peli de una de las musas indiscutibles de los años 60.
Pero antes de musa, Anita fue una niña nacida en la Alemania devastada por la Guerra Mundial. Fue a un internado, donde aprendió cuatro idiomas, del que la expulsaron con 16 años. Y viajó a Roma y a Nueva York. ¿Y con quién se encontró allí? Una chica con estilo, un poco rebelde, con personalidad, delgada y rubia. Por supuesto era Andy Warhol; una rubia con cierto tormento vital, con cuerpo de modelo y un cigarrillo en la mano cumplía con el prototipo de The Factory. El idilio fue breve, Andy no se casaba con nadie y se cansaba de todas.
Un viaje como modelo a Munich le llevó a un encuentro fortuito con los Rolling y a una relación de dos años con Brian Jones que fallecía en el 69 por el consumo de estupefacientes. Y entró en escena el segundo Rolling, Keith Richards, a recoger los pedazos de Anita y mantener con ella más de diez años de relación con tres hijos en común.
Esto es un resumen de lo que daría para escribir varios tomos de memorias. No quiero extenderme mucho más, mejor ve a ver Catching Fire: The Story of Anita Pallenberg, donde, por si la historia no es suficiente aliciente, te diré que aparecen Kate Moss, Marianne Faithfull y el mismo Keith Richards.
Anita Pallenberg y su más que posible amor por Paloma
Me gusta pensar en qué llevaría alguien que me inspira, a quien admiro o a cuya historia me engancho (como es el caso) si yo pudiera vestirle por un día. Pienso en Anita con la blusa Paloma, unos pantalones de leopardo con un cinturón ancho, unos botines, el pelo despeinado, un chocker y muchos anillos en los dedos. Me imagino haciendo de esta blusa romántica, un estilismo cañero, como del Nueva York de entonces, como de ir a un concierto de los Rolling.
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